sábado, 9 de julio de 2016

Confiésole...Trujillo

Confiésole,
no he encontrado otros labios como los tuyos.

Trujillo,
Me has tratado mal

El rayo de la tarde
se posa sobre mi cabeza
 entre mis ires y verines

El grato perfume de tu recuerdo
 no me deja en paz

La lira de tus manos
la línea de tus ojos
el pom pom de tus mejillas

¡Oh! Trujillo
¿Por qué me has tratado así?

La sombra de la Virgen en la plaza
nubla tu recuerdo
que luego se duplica a lo lejos

¡Como quisiera ver directamente a esos duros ojos de piedra!
y poder sostener la mirada

Bajo tu hechizo denso
pierdo el sentido del andar
bajo el calor del campo
camino borracho

Tu hechizo me ha marcado… Trujillo,
pero me has tratado mal

Las raíces de tus muchos arboles
amarran mis talones

Me confunde tu erudición…
¿Quién eres?

Caminas entre el sí y el no,
como si tu indecisión formara parte de tu esencia

Escondes tus museos
entre arboladas,
escondes bajo tu modestia
tu perfección

El sabor a tierra, a campo
se respira aún entre tus libros,
la pobreza la tienes metida incluso
entre tus más ricos saberes

La cercanía de los más lejanos te caracteriza
la sencillez de tus más grandes sabios te engalana
la conservadora belleza pueblerina y de campo
 no tiene nombre


¡Mi Trujillo!

martes, 5 de julio de 2016

LA BATALLA

La Batalla

El enemigo era yo
el enemigo estaba adentro
el enemigo estaba afuera
¿Quien era el enemigo?

Me siguen, me siguen
estoy en guerra
¿Con quien? ¿Con quien?
!Abajo!

El enemigo era rojo
el enemigo era verde
eran ellos -señalaban-
!ellos!

El enemigo era el pueblo
el enemigo era el gobierno
¿el enemigo del gobierno
era el pueblo?

¿Guerra?¿Con quién?
Abajo
Ya venían, ya venían
-me decían-

¿Donde están?-preguntaba-
allí, allí -al voltear-
allá, allá -al voltear-
en todas partes

No sabía, no veía
pero grita, !grita! -me decían-
y yo gritaba
FUERA! FUERA!!

Y grité, grité grité...
-¿quienes eran?-
Grité...FUEra!-- fuera...
-¿Donde estaban?

El ENEMIGO ERA YO


Martha


Salí temprano. Salí yo temprano vestida de blanco hasta los pies, con el mismo trabajo de siempre, y cansada de salvar vidas, pero era mi trabajo así que como siempre, Salí temprano vestida de blanco.
Trabajaba yo en el “Juan Montesuma Ginnari”; mis nervios con el tiempo y con la costumbre de limpiar heridas, de sacar esquirlas de metal de la carne se habían puesto tiesos, como masticar el disco de masa, pero añejo de tres días

-¡Felicitaciones Martha!
- Gracias mi amor – dijo poniendo por un momento buena cara
- Animo, pa`lante chica.   ̶ Seguro algo le había notado para animarla así

Yo vestida de blanco en aquel hospital, y el clima, luego de más de 22 días sin llover, cambiaba de humor a un gris pálido, la antesala de la lluvia que no cae, y que llena de ansias a quienes la esperan

-        - ¡Coño! ¿Qué será de nosotros chica ha? ¿hasta cuándo tanta vaina?
-       Dios se apiadará de nosotros, paciencia, no se deje amilanar
-       -  ¡No joda pues yo sé!, ¡pero igual!, ¿hasta cuando ha?
-           
Después de desprender su oído de los murmullos de siempre, que todas las tardes a la misma hora, se escuchaban en el departamento de enfermería, y que a pesar de ser los mismos siempre, toda la sala parecía cada vez escuchar con renovada expectación, incluso parecía  silenciarse la sala ante aquellos quejidos misteriosamente atrayentes y sigilosamente desesperantes; seguro a Martha, quien ya tendría años en aquella rutina le había hecho mella, pues esa tarde paso algo muy extraño.
Martha después de sacudirse un poco lo pesadez engomosa que le rodeaba, volvía a su oficio apurada.

Yo vestida de blanco escuchaba el sonido alarmante de la sirena, pero ya mis 22 años de experiencia me habían dado el guáramo para estar calmada ante el desastre, y ocupé mi lugar en estos casos.

Abajo la camilla tomé tensión y sostuve el suero, se habían acabado las inyectadoras, pero últimamente siempre cargaba una por las emergencias, eso lo enseñan estos tiempos.

La niña lloraba y pataleaba, casi llego a entristecerme por su dolor, pero sonreí por ella, como quien cínicamente sonríe al ver lo negro de su alma y siente vana compasión de sí mismo, y como si la sonrisa significara el comienzo de un nuevo renacer, de una nueva oportunidad, sonreí por ella, para alentarla, y por dentro me enojé, pues no teníamos mucho que ofrecerle.

Dividida entre bravura y tristeza, busque las inmediaciones del departamento de enfermería, y sin proponérmelo, recordé los tiempos de joven, cuando presumía siempre mi labor, y celebraba lo efectivo y rápido que era nuestro sistema de salud a pesar de que siempre ha sido malo.

-¡Martha! ¡Martha! Que le pasa ¡Martha!? Respóndame!
-¿Qué cosa?
- !Pero mírese como está!

Yo manchaba de rojo rey, de rojo ardiente mis vestiduras blancas, y antes de que me diera cuenta el enojo que sentía, era un inmenso dolor que puyaba desde mis adentros, y me sacudía.

Era sangre, a la altura del pecho, y que brotaba como cascada, a borbollones, y salía tanta y con tanta fuerza, que manchaba a los de su alrededor, y las paredes, y se revolcaba tan energúmenamente tirada en el suelo del hospital como ninguno lo había hecho en los 22 años que Martha llevaba cumplido de servicio en el “Ginnari”, lloraba, en silencio, y suplicaba por su vida.

Mis vestiduras eran todas rojas en sangre ya, y casi me daba pena, que mi corazón de tanto sacudirse, había quedado expuesto a la luz de todos. Yo yacía muerta en una de las oficinas del hospital, y me preguntaba, como, quien, cuidaría de la niña

-         Dios se apiadara de nosotros


Ese día murió Martha a los 52 años, y también llovió como nunca otros 22 días. Su muerte fue el 12 de mayo, los enfermeros no tenían nada que celebrar